No lo conocía bien, porque cuando él salía, toda esa personalidad dulce, humilde, sencilla, serena, humana, se replegaba a la habitación mas alejada con tal de no verlo.

Un gran soplido salió de su desagradable y babosa boca y la tiró contra la puerta. Lentamente se fue aproximando hacia a ella, con una sonrisa macabra y mostrando sus dientes afilados.
Ella en una ágil maniobra corrió hacia el comedor y de allí a la cocina; nunca se había percatado de cuantas cosas se podían interponer en su camino si tenía que escapar.
El ser arrasó con todo lo que encontraba a su paso mientras la seguía, en cada movimiento iracundo crecía mas. ¿habría sido la noticia? ¿qué quería de ella?.
Era tiempo de ser valiente, no de quedarse rezagada mientras esa bestia trataba de tomar su vida y apoderarse de sus cosas. Tomó una de las cuchillas mas grandes en su cocina, una asadera de losa de protección y dejenme decirles, se sintió totalmente risueña y ridícula, pero era lo único que tenía; al fin y al cabo David mató a Goliat con una piedra, pensó.
Se escondió tras la alacena y cuando el ser apareció lo dejó pasar a su lado. Como en una película de acción, de atrás de la alacena saltó sobre un pequeño banquito que usaba para llegar a los estantes mas altos, y con el cuchillo empuñado lo clavó en donde podría estar su corazón.
¿Quién dijo alguna vez que los monstruos tenían corazón?. El ser se dió vuelta enfurecido y la tomó con una de sus inmensas garras en las que ella no había reparado. En su boca vió dos inmensas filas de dientes aguzados preparados para destruir cualquier cosa.
Lo último en desaparecer fueron sus piernas que se movían de lado a lado como queriendo luchar pero sin lograrlo. Y todo llegó a su fin.