viernes, 19 de octubre de 2012

Tiempo violentos...



    Todos apurados, la prisa no los deja ver que hay otro al lado de ellos; caminan por los pasillos de la estación automáticamente. Algunos intercambian miradas, sonrisas, o alguna palabra de cortesía pero en realidad a nadie le importa el otro, no lo ven como un ser humano. Ese lugar se convierte en un no lugar, en un espacio donde todos se despersonalizan.
    Llega el tren y cada cual toma su asiento, una señora se pelea con otro pasajero porque cree merecerlo por su edad. Nada pasa.
    Centro de la ciudad a las doce del día. Hace calor, todo se confunde; muchos autos se precipitan por las avenidas ante la luz verde del semáforo. No se sabe donde van pero todos lo hacen con prisa. Tocan las bocinas; algunos conductores sacan sus brazos haciendo señas o profieren improperios audibles para todos los que pasan por allí. Algún transeúnte distraído queda atrapado en medio de esta vorágine de movimiento.
    Sonó el timbre, salida de la escuela, adolescentes de entre 13 y 19 años corren por las veredas. Dos chicos de no más de 14 prenden un cigarrillo y se ponen a fumarlo. Un grupo de jóvenes acorrala a una chica y comienzan a agredirla verbalmente. Un muchacho de 19 años con una chica de 14 se besan apasionadamente frente a la mirada de asombro del director. Los más tranquilos corren hacia la parada del colectivo que los lleva a casa.
    La tarde va cayendo y en la puerta de la guardia de un hospital se observa una larga fila de espera. Los golpes caen pesados sobre las puertas de los consultorios mientras atrás los médicos atienden una emergencia. Un enfermero sale a informar a la gente la situación cuando es agredido por uno de los que esperan. La seguridad del hospital viene a intervenir. Mientras en la sala de espera gritan llega una nueva ambulancia que trae a una persona apuñalada en una riña callejera.
    Es de noche, hora en que todos descansan porque mañana comienza un nuevo día. Un ruido de escucha en la ventana de una casa de clase media. Parece que forcejean. Todos descansan tranquilamente mientras que alguien se mueve en medio de esa oscuridad. El padre de familia se despierta por el ruido, sin encender la luz se encamina hacia el comedor. En las penumbras puede ver a alguien que está tomando algo de la billetera que dejó en la mesa. No llega a decir nada, solamente siente una explosión y un dolor fuerte en el pecho que lo deja sin aire.
    Suena la sirena de una ambulancia...