Tus ojos aparentaban tristes, cansados, como si no tuvieran mas ganas de brillar. Con la espalda un poco doblada y la cabeza gacha parecías cargar pesadas penas de antaño. No pude decir nada, simplemente te puse una mano al hombro y pregunté alguna cordialidad a la que respondiste con una mueca casi sonriente.
Te podría haber dicho que esa cara no es propiedad tuya, que vi esa expresión también en otros. Son muchos los cansados, tristes y desanimados, los que lloran por las glorias pasadas y aborrecen las penas presentes. Muchos los que olvidaron reir verdaderamente y lo hacen como un acto reflejo; si tan solo tuviera el poder de arreglar un corazón. Como un cardiocirujano con suma destreza podría parar esa estructura maltrecha solucionar lo que no anda bien y echarla a andar de nuevo. Pero no puedo, no tengo el poder para arreglar el corazón de nadie; ni aún el mio.
No solo me siento impotente sino que tambien me reconozco rota, un poco doblada y triste. Como vos tambien necesito que me arreglen; que apliquen un par de joules a este músculo que a veces quiere dejar de funcionar.
Pero entonces me acuerdo de Él, de su corazón. Ese corazón que dejó de latir hace miles de años para que el mío pudiera hacerlo de nuevo, ese que fue el único en la historia que después de tres días volvió a palpitar, y lo hizo con mas fuerza para demostrar que había vencido la muerte, el dolor, la tristeza. Me gustaría que escucharas ese corazón latir como lo hago yo, que palpite dentro tuyo tambien. Que vuelvas a vivir, que tus ojos brillen y tu sonrisa sea sincera otra vez.
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