domingo, 30 de diciembre de 2012

Poesía sos vos...

Que fuiste separado de los tuyos,
que llorás y te escondés pero nadie te escucha,
que preguntás por los que te aman y te mienten,
que no entendés las palabras de los grandes.

Sos poesía cuando me lastima tu dolor; 
cuando no te miro indiferente y fría
y me encuentro con el niño que sos.
Sos alegría cuando hablás,
cuando reís inocente mientras jugás.
Sos tristeza cuando deciden tu destino indiferentes,
cuando te maltratan;
cuando te alejan de mamá.

Hoy te pienso y me duele...
Daiana

miércoles, 5 de diciembre de 2012

‎-.-.-. Sombras .-.-.-

Se mueven incesantemente, desaparecen, se entrecruzan y se hacen una, se toman de la mano. 
Existen pero en ellas no hay luz porque son la proyección de cuerpos que la interceptan. Imperceptibles en la noche donde generan más oscuridad; atemorizan.
Protegen o amenazan, no podemos escaparnos, somos seres con sombra.
La luz juega con ellas dándoles diferentes formas; se hacen altas, se achican, se ensanchan y sobre el mediodía desaparecen haciéndose casi uno con nuestra figura.
Jugamos a provocarlas, pero ellas también lo hacen; nos evaden y no llegamos a alcanzarlas.
Pero no son estas, las que surgen con los rayos de luz, las más temibles. Son amenazantes las sombras interiores, la oscuridad que nos persigue por dentro, esa que nos genera un vacío interno, como si algo faltara. Esas oscuridades que a veces se agrandan, se ensanchan o se hacen pequeñas cuando encontramos sosiego. Con ellas no jugamos; las sufrimos y tratamos de evitarlas. Su presencia nos genera tristeza e incertidumbre.
Necesitamos aquella luz que lo ilumina todo en forma tan potente que diluye las sombras y las espanta. La que crece si la dejamos, que produce paz y seguridad, esa luz que nos salva...



/-. Dai .-/

viernes, 19 de octubre de 2012

Tiempo violentos...



    Todos apurados, la prisa no los deja ver que hay otro al lado de ellos; caminan por los pasillos de la estación automáticamente. Algunos intercambian miradas, sonrisas, o alguna palabra de cortesía pero en realidad a nadie le importa el otro, no lo ven como un ser humano. Ese lugar se convierte en un no lugar, en un espacio donde todos se despersonalizan.
    Llega el tren y cada cual toma su asiento, una señora se pelea con otro pasajero porque cree merecerlo por su edad. Nada pasa.
    Centro de la ciudad a las doce del día. Hace calor, todo se confunde; muchos autos se precipitan por las avenidas ante la luz verde del semáforo. No se sabe donde van pero todos lo hacen con prisa. Tocan las bocinas; algunos conductores sacan sus brazos haciendo señas o profieren improperios audibles para todos los que pasan por allí. Algún transeúnte distraído queda atrapado en medio de esta vorágine de movimiento.
    Sonó el timbre, salida de la escuela, adolescentes de entre 13 y 19 años corren por las veredas. Dos chicos de no más de 14 prenden un cigarrillo y se ponen a fumarlo. Un grupo de jóvenes acorrala a una chica y comienzan a agredirla verbalmente. Un muchacho de 19 años con una chica de 14 se besan apasionadamente frente a la mirada de asombro del director. Los más tranquilos corren hacia la parada del colectivo que los lleva a casa.
    La tarde va cayendo y en la puerta de la guardia de un hospital se observa una larga fila de espera. Los golpes caen pesados sobre las puertas de los consultorios mientras atrás los médicos atienden una emergencia. Un enfermero sale a informar a la gente la situación cuando es agredido por uno de los que esperan. La seguridad del hospital viene a intervenir. Mientras en la sala de espera gritan llega una nueva ambulancia que trae a una persona apuñalada en una riña callejera.
    Es de noche, hora en que todos descansan porque mañana comienza un nuevo día. Un ruido de escucha en la ventana de una casa de clase media. Parece que forcejean. Todos descansan tranquilamente mientras que alguien se mueve en medio de esa oscuridad. El padre de familia se despierta por el ruido, sin encender la luz se encamina hacia el comedor. En las penumbras puede ver a alguien que está tomando algo de la billetera que dejó en la mesa. No llega a decir nada, solamente siente una explosión y un dolor fuerte en el pecho que lo deja sin aire.
    Suena la sirena de una ambulancia...

sábado, 8 de septiembre de 2012


-. Cómo encontré al Superhombre .-











Traducción: Luis Báez 

   A los lectores del señor Bernard Shaw, y de otros escritores modernos, podría interesarles saber que el Superhombre ha sido encontrado. Yo lo encontré; vive en South Croydon. Mi hallazgo será, sin dudas, un duro golpe para el señor Shaw, quien desde hace años ha estado olfateando un rastro falso, y quien ahora busca a la criatura en Blackpool; y sobre la noción del señor. H.G. Wells, de generarlo a partir de gases en un laboratorio privado, siempre pensé que estaba condenada al fracaso. Le aseguro al señor Wells que el Superhombre de Croydon nació en la forma ordinaria, aunque él mismo, por supuesto, es cualquier cosa menos ordinario.
   Tampoco son sus padres indignos del maravilloso ser que han dado al mundo. El nombre de Lady Hipatia Smythe-Brown (ahora Lady Hipatia Hagg) nunca será olvidado en el East End, donde hizo un espléndido trabajo social. Su grito constante de "¡Salven a los niños!" se refería a la cruel negligencia sobre la vista de aquellos niños a quienes se les permitía usar juguetes de colores estridente. Citaba estadísticas irrebatibles para probar que los niños a los que se les dejaba ver el violeta y el bermellón a menudo sufrían de visión defectuosa en su extrema vejez; y fue debido a su incesante cruzada que la peste del juguete llamado mono-en-el-palo fue casi erradicada de Hoxton.
   La ferviente activista recorría las calles incansablemente, quitándole sus juguetes a los pobres niños, que usualmente se conmovían hasta el llanto por su bondad. Su buena obra fue interrumpida, en parte por un nuevo interés en el credo de Zoroastro, y en parte por el salvaje golpe de una sombrilla. Fue infligido por una impúdica vendedora de manzanas irlandesa, quien, al regresar a su apartamento de mala muerte luego de una orgía, encontró a Lady Hipatia en el cuarto descolgando una pintura que, para no ahondar en detalles, no era precisamente edificante para la mente.
   A esas alturas la Celta, ignorante y parcialmente intoxicada, le asestó un severo golpe con su paraguas a la reformadora social, añadiéndole una absurda acusación de robo. La mente exquisitamente balanceada de la señora recibió un impacto; y fue durante una breve enfermedad mental que se casó con el Dr. Hagg.
   Sobre el propio Dr. Hagg, espero que no haya necesidad de hablar. Cualquiera que se mantenga ligeramente al tanto de los atrevidos experimentos en Eugenesia Neo-Individualista, que hoy en día absorben todo el interés de la democracia inglesa, debe conocer su nombre y a menudo encomendarlo a la protección personal de un poder impersonal. Temprano en la vida alcanzó ese despiadado entendimiento de la historia de las religiones que alcanzó en su juventud como ingeniero eléctrico. Más tarde se convirtió en uno de nuestros más grandiosos geólogos; y llegó a esa audaz y brillante perspectiva sobre el futuro del Socialismo que solamente la geología puede brindar. Al principio pareció haber una suerte de escisión, una tenue pero perceptible fisura, entre sus puntos de vista y los de su aristocrática esposa.
   Ella estaba a favor (para usar su propio y poderoso epigrama) en proteger a los pobres contra ellos mismo; mientras que él declaraba despiadadamente, en una novedosa y sorprendente metáfora, que los más débiles debían ir al paredón. Eventualmente, sin embargo, la pareja de casados percibió una unidad esencial en el carácter inequívocamente moderno de sus puntos de vista; y en esa esclarecedora y exhaustiva expresión sus almas encontraron paz. El resultado es que esta unión de los dos más elevados ejemplares de nuestra civilización, la señora a la moda y el médico que podría ser de todo, menos vulgar, ha sido bendecida con el nacimiento del Superhombre, ese ser a quien todos los labriegos de Battersea, día y noche, esperan impacientes.
   Encontré la casa del Dr. y Lady Hipatia Hagg sin mucha dificultad; está situada en una de las últimas y más caóticas calles de Croydon, bajo una línea de álamos que la pasaba por alto. Llegué a la puerta hacia el ocaso, y naturalmente tuve la extravagante idea de percibir algo oscuro y monstruoso en el borroso bulto en que se me presentaba aquella casa que contenía a la criatura que era más maravillosa que los hijos de los hombres. Cuando entré a la casa fui recibido con exquisita cortesía por Lady Hipatia y su esposo; pero mi vi ante una dificultad mucho mayor cuando quise ver al Superhombre, quien anda por los quince años, y es mantenido a solas en un cuarto atestado de silencio. Ni siquiera mi conversación con el padre y la madre logró esclarecer el carácter del ser misterioso. Lady Hipatia, quien tiene una cara pálida y lastimosa, y que va ataviada en esos patéticos e impalpables trajes verdes y grises con los que ha iluminado tantos hogares en Hoxton, no parecía hablar de su retoño con la vanidad vulgar de una madre humana. Di un paso atrevido y pregunté si el Superhombre era bien parecido.
   "El crea su propio estándar, como verá", replicó con un tenue suspiro. "Visto desde ese plano es más que Apolo. Visto desde nuestro plano inferior, evidentemente..." Y volvió a suspirar.
   Tuve un impulso horrible y dije de pronto "¿Tiene pelo?"
   Hubo un largo y doloroso silencio, hasta que el Dr. Hagg dijo suavemente, "Todo lo que existe en ese plano es diferente; lo que tiene no es... bueno, no es, por supuesto, lo que llamamos pelo... pero..."
   "¿No crees..." dijo su esposa, muy suavemente, "no crees que en realidad, para fines argumentativos, cuando se le hable al mero público, uno podría llamarlo pelo?"
   "Tal vez tienes razón," dijo el doctor luego de unos momentos de reflexión. "Para hablar sobre un pelo como ese uno debe hacerlo en parábolas."
   "Bueno, ¿y si no es pelo," pregunté un poco irritado, "qué demonios es? ¿Son plumas?"
   "Plumas no, al menos no como entendemos las plumas," respondió Hagg con una voz horrible.
   Me levanté no poco irritado. "¿Puedo verlo por lo menos?", pregunté. "Soy un periodista, y no tengo ninguna motivación terrenal más que mi curiosidad y mi vanidad personal. Me gustaría poder decir, al menos, que estreché la mano del Superhombre."
   Ambos, esposo y esposa, se pusieron pesadamente de pie, con notoria vergüenza.
   "Bueno, usted sabrá, por supuesto," dijo Lady Hipatia, con esa sonrisa francamente encantadora de las anfitrionas aristócratas. "Usted sabrá que él no puede exactamente dar sus manos... no son manos, comprenderá.... por su estructura, por supuesto..."
   Rompí con todas las ataduras sociales y me apresuré hacia la puerta del cuarto que, pensé, contenía a la increíble criatura. Abrí de golpe; una oscuridad absoluta se tensaba sobre el cuarto. Pero de frente a mí llegó un pequeño y triste graznido, y de atrás de mí un chillido doble.
   "¡Mire lo que hizo!" lloró el Dr. Hagg, sepultando su frente calva entre sus manos. "Dejó que una corriente de viento lo alcanzara; ahora está muerto"
   Mientras me alejaba de Croydon aquella noche, vi hombres de negro cargando un ataúd que no tenía forma humana. El viento gimió sobre mí, retorciendo los álamos, de forma tal que se encorvaban y asentían como coronas de plumas en algún funeral cósmico.
   "Eso es, precisamente," dijo el Dr. Hagg, "el universo entero llorando la frustración de su más magnífico nacimiento." Pero yo pensé advertir una risotada en el alto gemido del viento.
G.K. Chesterton

miércoles, 18 de abril de 2012

(LAS MOSCAS)


Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
—que todo es volar—, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas. 
Antonio Machado

domingo, 15 de abril de 2012

-. Decidir Amar .-


   La perfección casi utópica del amor que nos han dado la literatura, el cine y la música nos desvió un poco del significado verdadero de amar.
   Pocos pueden ver y reconocen una diferencia entre el enamoramiento y el amor. Están quienes afirman amar a alguien tras estar con ella/el periodos cortos de tiempo. La expresión TE AMO quizá es una de las que más fácilmente soltamos en lo cotidiano.
Mientras que el enamoramiento se puede definir como un estado emocional el amor no.
   En mi opinión no existe el amor a primera vista, porque sería como decir que existe un nogal a primera vista, pero lo que sí existe es el enamoramiento. En este estado el ser “amado” es ponderado sobre los otros seres,  se admira, se idealiza  por un determinado lapso de tiempo; sea esto por compartir y conocer al ser admirado o por la aparición de un nuevo ser objeto de admiración.
   Y cualquiera que haya estado enamorado (múltiples veces) puede darme la razón.


En el ámbito enamoramiento podemos encontrar el:

  •          Enamoramiento bidireccional – unitemporal: ambos sujetos se enamoran en un mismo momento.
  •          Enamoramiento bidireccional – bitemporal: los sujetos se enamoran en tiempos diferentes.
  •          Enamoramiento unidireccional: un enamoramiento no correspondido. Quizá, el más triste de los tres.

   Un autor expresó que aquellas personas que están enamoradas y comienzan una relación están siempre con el “tanque lleno” y definió esto como un estado de “perfección” donde todo se experimenta intensamente. Se dice que es el estado ideal para las personalidades egocéntricas porque, cito: “nos hace sentir que alguien nos quiere, nos admira, nos aprecia.    Nuestras emociones vuelan pensando que alguien nos ve como el número uno, que quiere dedicar el tiempo y las energías en nuestra relación”.
   Pero, como dije antes, es un estado, y como tal, tiene un tiempo finito. A veces en el mismo momento para ambos, y otras, en distinto momento. Los sujetos se dan cuenta que el otro no es perfecto; de repente se baja a la realidad y se encuentran dos seres humanos imperfectos tratando de conciliar ideas. Si no se sabe llevar las demandas por necesidades insatisfechas provocan el desgaste de la relación, el “tanque” se vacía y nos podemos quedar como dice la popular frase con que  “el amor eterno dura tres meses”; pero vamos a seguir un poco más.

 ¿y el amor?

El amor no es un estado, y como no lo es, es atemporal. Si vamos a la biblia encontraremos retratado el amor de la siguiente manera:
   “El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

   Mientras el enamoramiento llenaba en parte nuestro yo y nos dejaba en un estado confortable, el amor se DA. Desplaza completamente el YO (egoísta), se pone en lugares incómodos y no se deja guiar por el hambre de retribución sino por la felicidad del ser amado.
Mientras el enamoramiento se va diluyendo, va surgiendo el amor. Nace del tiempo compartido, por conocer al otro con sus virtudes y defectos y a pesar de ello estar dispuesto a elegirlo cada día.
   Es necesario para amar a alguien conocer en qué forma se siente amado. Chapman habla en su libro de “lenguajes de amor”, estos son formas de hablar específicas a cada uno de nosotros.       Algunos aman naturalmente sirviendo, otros regalando, otros con contacto físico, etc. y en general les gusta ser amados de la misma manera. La inversión de tiempo y el trabajo de un ser que está dispuesto a amar a otro es tratar de ver cuál es esa forma en que se siente amado, aquello que aunque no le sea natural llega al corazón del otro para expresarle que nos importa.
El amor verdadero y eterno sí existe, pero implica tiempo, decisión y compromiso.

D.L.A.

domingo, 1 de abril de 2012

- amorosa disciplina -


Creo que no hay nadie que se sienta cómodo en presencia de un niño “malcriado”, y uso esa expresión para referirme a aquellos chicos que carecen de disciplina. Los que como no tienen corrección por parte de los padres hacen tanto en casa como afuera “lo que quieren”.
Son chicos que suelen transgredir las normas y desafiar las figuras de autoridad. Durante la etapa escolar para los maestros son de difícil control; muchas veces se deben citar a los padres por la conducta de sus hijos y erróneamente estos se constituyen en ocasiones como acérrimos defensores de sus hijos perpetuando su actitud.
El trastorno por hiperactividad ha venido a ser en los últimos años la excusa perfecta para padres que no ponen límites. Muchos niños son mal diagnosticados con esta “enfermedad” y se someten a tratamientos psicoterápicos y farmacológicos que no darán resultado. Es una justificación a un problema en casa.
Consecuentemente a esto tendremos en la sociedad un joven que no sabe tratar al adulto, respetar las jerarquías y las normas básicas de convivencia. Serán también padres que difícilmente sepan poner límites porque nunca los tuvieron.
Si digo que la disciplina requiere castigo físico muchos me van tildar de violenta por eso creo que es necesario diferenciar entre violencia y disciplina. En ejercicio del primer término están los padres que le pegan a sus hijos, los insultan o los menosprecian sin motivo o por irritarse por pequeñas travesuras. La disciplina, en cambio, busca tratar de que el otro reconozca las normas y aprenda a respetarlas; hay niños que responderán rápidamente a un reto y con otros será necesario el “chirlo” o la penitencia. La condición sine qua non para ejercerla correctamente es el amor.

Todo esta introducción era en realidad para llevar el tema hacia la disciplina de Dios a sus hijos (o sea, nosotros).
La biblia no es ajena al concepto de disciplina y Dios muestra a través de ella el ejercicio de acciones disciplinarias.
En hebreos 12: 5-6 dice:
“Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor, ni te desanimes al ser reprendido por Él; porque el Señor al que AMA, disciplina, y azota a todo el que tiene por hijo. Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline?
“el Señor nos disciplina para que no seamos juzgados con el mundo” dice en 1 Corintios.
Cometemos el error muchas veces de creer que Dios como es bueno y misericordioso no se enoja cuando hacemos cosas malas y no va a reaccionar.
Es verdad que no todas las veces que transgredimos las normas de Dios nos castigará con llagas dolorosas que tendremos que rascar con una rama, pero la disciplina en algún momento se hace presente para llamarnos la atención y no necesariamente implicará un castigo físico.

¿A quién disciplina Dios? AL QUE AMA, AL QUE TIENE POR HIJO. El pasaje no se está haciendo referencia a toda la humanidad sino a aquellos que han sido reconciliados con Él y se han convertido en sus hijos.
Mientras que la violencia no tiene ningún fin la disciplina de Dios tiene uno que es: “para nuestro bien, para que participemos de su santidad”.

La santidad de Dios implica un carácter intachable, puro, alejado de todo mal; por lo tanto su disciplina  no es una acción caprichosa, sino amorosa, y que busca acercarnos a su presencia con una condición aceptable.
La disciplina aplicada en el momento justo y con amor no deja en el corazón del disciplinado rencor, si, inevitablemente, causará molestia u enojo pero  con el tiempo eso se transformará en entendimiento de la perfecta voluntad del Padre.

Para terminar me gusta en ese mismo capítulo de Hebreos cuando dice:
“Por tanto, fortaleced las manos débiles y las rodillas que flaquean, y haced sendas derechas para vuestros pies, para que la pierna coja no se descoyunte, sino que se sane”.
Termina ese fragmento con un llamado a la rectitud. Somos personas redimidas pero con un corazón tendiente al pecado, fácilmente dejamos el camino recto y de asfalto para irnos a la banquina llena de pozos y piedras. Nuestra cojera es natural, es consecuencia de nuestra naturaleza y cuanto peor sea el camino que caminemos más cerca estaremos de una lesión profunda. Una pierna descoyuntada implica una persona que ya no puede caminar.
Andar en los caminos de Dios trae alivio y sanidad mas allá de lo físico, sana nuestro corazón, nos acerca a Él con toda su santidad y nos hace sensibles a su voz de amor.

viernes, 17 de febrero de 2012

- Irremediablemente Insatisfechos -


   El hombre se sentirá tanto menos contento y satisfecho cuanto más viejo sea, cuanto mayor sea su conocimiento de la vida, su gusto por lo agradable y su afán de delicadezas y exquisiteces. Es decir, cuanto más competente, tanto más descontento. Contento, lo que se dice plena, absoluta e infinitamente contento no lo estará el hombre jamás, mientras viva. Y estar contento a medias, contento de una manera muy particular, es algo que no merece la pena. En este caso es preferible estar completamente descontento.
   Todo el que haya meditado a fondo en este asunto estará de acuerdo conmigo cuando afirmo que a un hombre no se le concede jamás, ni siquiera media hora en toda su vida, una satisfacción y bienestar completos y plenarios desde todos los puntos de vista. No necesito añadir, naturalmente, que para ser feliz de esa forma perfecta hay que contar con algo más que los alimentos y la vestimenta. Yo estuve una vez muy cerca de esa felicidad. Me había levantado de la cama muy temprano y me encontraba extraordinariamente bien. Esta sensación de bienestar fue creciendo a medida que avanzaba la mañana y alcanzó su punto máximo un poco después del mediodía, exactamente a la una de la tarde. Era una sensación maravillosa y casi me parecía que iba a agarrar el sol y las estrellas con la mano. Una sensación tan maravillosa que no hay termómetros que la puedan registrar en su escala, ni siquiera los termómetros poéticos. Mi cuerpo se había hecho ligero, como si ya no existieran las leyes de la gravedad terrestre. Me pareció incluso que no tenía cuerpo, precisamente porque todas sus funciones estaban admirablemente satisfechas y todas las células se nutrían de gozo por sí mismas y por el organismo entero. Los latidos inquietos de la sangre en las venas no hacían más que recordarme y acrecentar la delicia de aquel instante sublime y glorioso. Mi caminar tremolaba, no como el ave que corta el aire con sus alas y huye veloz de la tierra, sino como el oleaje del viento sobre sus sembrados, como el nostálgico mecerse de las olas en el mar, o como el ensoñado deslizarse de las nubes sobre el cielo. Todo mi ser era transparente, como las claras profundidades del océano, como el limpio silencio de la noche, o como el monólogo pausado del mediodía. Todas las emociones más hondas resonaban en mi alma con su eco melódico. Todos los pensamientos se ofrecían a mi mente con un aire festivo de dicha, tanto la ocurrencia más insignificante como la idea más rica y fecunda. Cualquier sentimiento era presentido previamente y brotaba así de mis mismas raíces interiores. Todas las cosas estaban como enamoradas de mí y se estremecían en un contacto íntimo con mi propio ser, lleno de presagios. La existencia entera se esclarecía misteriosamente dentro de mi microscópica felicidad, tan abundante y caudalosa que lo explicaba todo sin salir de sus límites, incluso las cosas desagradables, las insinuaciones aburridas, los hechos repugnantes y los choques fatales.
   Era la una de la tarde, como he dicho, cuando alcancé el punto máximo en esta sensación de bienestar que me hizo presentir la felicidad suprema, creyendo que la tenía casi entre las manos. Pero, ¡ay!, de repente empezó a picarme en uno de mis ojos, precisamente el bueno, no sé qué cosa, quizá un pelillo de las cejas, un pelo de la cabeza o simplemente un grano de polvo, lo único que sé es que en ese mismo instante me sentí casi hundido en el abismo de la desesperación más espantosa. Este brusco cambio emocional lo podrán comprender fácilmente todos aquellos que hayan experimentado sensaciones tan sublimes como la descrita y, al experimentarlas, se hayan planteado además el problema fundamental de hasta qué punto, en general, es asequible una satisfacción y bienestar completos y plenarios.
Desde aquel infausto día abandoné toda esperanza de poder llegar alguna vez a sentirme completa y absolutamente feliz en esta vida, no sólo durante un largo período de la misma, como lo había esperado con tanta fuerza en mis sueños juveniles, pero ni siquiera durante algunos breves instantes, aunque éstos fueran tan raros y aislados que, según la expresión de Shakespeare, «bastaría la aritmética de un embotellador de cerveza para contarlos».

Sören Kierkegaard