martes, 12 de enero de 2010

Cosas de chicos


Las tres de la tarde era toque de queda en el pueblo. Todos adentro de su casa durmiendo la siesta.
Cuando sos grande las siestas son mejor que salir al rayo del sol en verano a jugar carreras, crearte una casita abajo de un árbol o bañarte en un pileta y "asolearte", pero cuando sos chico la palabra siesta suena a castigo. No tenés que hacer ruido en la casa pero tampoco te dejan salir, porque te puede pasar algo mientras ellos duermen.
En un pueblo es más seguro dejar chivear a los chicos mientras uno duerme, o mandarlos a la casa del que ya se sabe no es siestero asiduo como uno.
No teníamos "juegos" programados para la hora de la siesta, simplemente nos bastaba la imaginación, pero cuando imaginación se mudó a otra ciudad empezamos a importar juegos y asi fue como llegó el famoso Ring Raje.
Algún extranjero de un pueblo a 50 o quizá 70 km, distancias que se debían recorrer en avión porque era muy lejos, trajo en la cajita mental un juego que consistía en tocar timbre o golpear puertas de extraños y salir corriendo. Este juego en las ciudades puede ser boom y altamente divertido pero en un pueblo donde hay como mucho cuarenta casas uno puede ser fácilmente descubierto y tornarse repetitivo en breve.
Al no ser una de las mejores y mas ágiles corredoras y tener mas la capacidad de rodar que de disparar cada vez que querían jugar este juego el corazón me iba a 200 latidos por minuto. 100 mts. antes de llegar a la casa ya estaba haciéndo retranca mientras los otros se encargaban de tocar el timbre. Los torturados siempre de una u otra forma terminaban siendo parientes.
Cuando tenía 8 o 9 años descubrimos los barriletes, en el fondo de casa teníamos cañas que crecían por todos lados asi que era cuestión de abrirlas, cortarlas, con las varillas formar una cruz, forrarla en papel, colocarle una cola de trapos viejos, buscar hilo choricero en la cooperativa del pueblo y salir a remontar barriletes. Lo más divertido consistía en dejar la punta del hilo sin atar entonces cuando el carretel se terminaba el barrilete volaba lejos y caía en medio del campo, lo que implicaba correr miles de km para buscarlo.
La gran salida era viajar los fines de semana a la ciudad (Puan), nos subíamos al micro a las seis de la mañana y media hora después ya estabamos ahi (distancias abismales).
Siempre conservé amigos del jardín en la gran ciudad asi que nos podíamos juntar a jugar y hacer travesuras para recordar viejos tiempos.

Nunca nadie se enteró de nuestros viajes con relámpago, un viejo tambor de chapa que habíamos adoptado como fiel corcel frente a la casa de una amiga. Los robos y huidas comprendían un frasco lleno de monedas viejas y alguna que otra tapita de gaseosa de las metálicas. Menos mal que nuestro fiel aliado inmóvil nunca permitió que nos atraparan.
Chapas, madera, cañas, persianas viejas, fierros, telas, servían para crear una mansión a la que solo los elegidos podían entrar. Los otros debían pasar por algún tipo de ritual que comprendía embarrarse hasta la coronilla para ser aceptados.
Una de las torturas mas grandes de la niñez creo que fue jugar a la escuelita. No se concibe que en plenas vacaciones de verano con 32 grados de calor, en el medio del campo y en la pared de un fondo (el baño que queda lejos de la casa) se realizaran estas actividades. No solo era molesta la actividad en si, sino que el hecho de siempre tener el rol de alumno era espantoso. Tenía tareas y notas reales, me retaban, no me dejaban dibujar en la pared del fondo, me mandaban en penitencia, pero debía obedecer a mi autoridad tres o cuatro años mayor que yo. A pesar de la tortura diaria una y otra vez caminaba esos cuatro km para estar ahi.
Después uno se fue haciéndo grande y se dió cuenta que los caballos de metal no existían, que las casas eran mejor de material, que las tres de la tarde es muy temprano para andar afuera, que los barriletes siempre pueden esperar y que jugar a la escuelita estaba mejor que ir a la universidad :)

...eran cosas de chico, pero no pasabamos horas y horas delante de la tele o la compu, teníamos un mejor aliado que era la compañía de imaginación...

(para no ser menos que los fw nostálgicos que circulan por ahí)

¿y vos?

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