miércoles, 30 de junio de 2010

¿y si la bestia sale?

Se había acostumbrado a vivir con él, a veces no molestaba y otras demandaba mucho de ella, tanto, que ni siquiera dejaba que fuera protagonista de su propia vida.
No lo conocía bien, porque cuando él salía, toda esa personalidad dulce, humilde, sencilla, serena, humana, se replegaba a la habitación mas alejada con tal de no verlo.
Lo que iba a suceder aquella tarde no lo esperaba. Alguien tocó el timbre de su casa, ella miró por la mirilla; lo que estaba afuera tenía cara de novedad. Sonriente abrió la puerta y escuchó atenta la noticia. Sus ojos brillaron y por dentro sintió calor, eso siempre le indicaba que estaba alegre por lo que sucedía, pero en la distracción no se dió cuenta que la puerta del fondo se abrió. Rápidamente cerró la puerta del frente e intentó correr hacia su habitación, pero ya era tarde, él, estaba ahí.
Nunca lo había visto, sabía que era grande pero no tanto. Sus ojos eran rojos y brillantes, un gran cuerno salía de su frente, su aspecto era arrugado y un tanto amorfo. No tenía pies, reptaba, pero parecía hacerlo con mucha habilidad. Era lo mas espantoso que había visto en su vida.
Un gran soplido salió de su desagradable y babosa boca y la tiró contra la puerta. Lentamente se fue aproximando hacia a ella, con una sonrisa macabra y mostrando sus dientes afilados.
Ella en una ágil maniobra corrió hacia el comedor y de allí a la cocina; nunca se había percatado de cuantas cosas se podían interponer en su camino si tenía que escapar.
El ser arrasó con todo lo que encontraba a su paso mientras la seguía, en cada movimiento iracundo crecía mas. ¿habría sido la noticia? ¿qué quería de ella?.
Era tiempo de ser valiente, no de quedarse rezagada mientras esa bestia trataba de tomar su vida y apoderarse de sus cosas. Tomó una de las cuchillas mas grandes en su cocina, una asadera de losa de protección y dejenme decirles, se sintió totalmente risueña y ridícula, pero era lo único que tenía; al fin y al cabo David mató a Goliat con una piedra, pensó.
Se escondió tras la alacena y cuando el ser apareció lo dejó pasar a su lado. Como en una película de acción, de atrás de la alacena saltó sobre un pequeño banquito que usaba para llegar a los estantes mas altos, y con el cuchillo empuñado lo clavó en donde podría estar su corazón.
¿Quién dijo alguna vez que los monstruos tenían corazón?. El ser se dió vuelta enfurecido y la tomó con una de sus inmensas garras en las que ella no había reparado. En su boca vió dos inmensas filas de dientes aguzados preparados para destruir cualquier cosa.
Lo último en desaparecer fueron sus piernas que se movían de lado a lado como queriendo luchar pero sin lograrlo. Y todo llegó a su fin.

domingo, 27 de junio de 2010

...y tan contenta...


...Definitivamente Norma Aleandro gana la película Cleopatra con su papel...

"Con lo que le dieron de indemnización pusimos un almacén, a la semana nos abrieron un supermercado enfrente. Después con lo poco que nos quedaba le dimos un adelanto para comprar un remis y nos lo robaron antes de haberlo asegurado. Y bueno, yo desde que me jubilé, di clases particulares a los chicos, cosí para afuera, hice tortas caseras, arreglos florales, bueno, vendo cosméticos a domicilio.
Una amiga decía que yo tenía muchas habilidades, porque, bueno, yo puedo abrir los dedos asi, de a uno, o de a dos, puedo poner un ojo bizco, este por ejemplo si quiero, o este, o los dos, puedo mover así el cuello sin mover el cuerpo y otras cosas".

lunes, 14 de junio de 2010

...la palabra de Juan

Un día Juan descubrió una palabra maravillosa. Estaba ahí, entre muchas otras impresas en un viejo diccionario de su casa. Cuidadosamente la marcó con el lápiz y luego puso un señalador en la página correspondiente. Corrió a la cocina a desayunar antes de comunicarle su descubrimiento al mundo.
Mientras su mamá untaba una tostada con mermelada de durazno, que era su favorita, Juan, no paraba de sonreir. Sentía que tenía en sus manos un inmenso poder que podía ser utilizado para el bien del país, que digo del país, ¡del mundo!.
Tomó el micro a la escuela y ya en su clase fue al escritorio de la maestra para mostrarle su descubrimiento. Ella leyó, sonrió, y lo mandó a sentarse a su banco mientras empezaba a hablar sobre algo de las plantas que se llamaba fotosíntesis. ¿Acaso ella creía que eso era mas importante que lo que él tenía para compartir?.
Se sintió frustrado, pequeño; se sintió NIÑO. Quizá su pequeña estatura y la cara manchada con chocolate no le dieran la seriedad que necesitaba para dar a conocer lo que tanto lo había impactado.
A pesar del desánimo, y resuelto a hacer algo por lo que no debía callarse, decidió al día siguiente ir a la casa de gobierno sin decir nada a sus padres. Ahí seguro lo iban a escuchar.
La mañana siguiente tuvo un poco de miedo, nunca había ido a la casa de gobierno y mucho menos había hecho solo un recorrido que fuera diferente al que hacía para ir a la escuela. Algunas personas en el micro y luego en el subte lo ayudaron a llegar.
Cuando puso sus pies en plaza de Mayo se dió cuenta que la "casita" era mas grande de lo que se veía en la tele. No pudo evitar correr las palomas, y se sentó un rato al lado de la fuente a contemplar el cabildo. Se comió una galletita de esas de chocolate rellenas con crema, tocó la mochila para comprobar que el diccionario estaba ahí y se dispuso a entrar a la gran casa.
Alrededor de esa casota había todo rejas, pero logró pasar por un pequeño agujerito. Los guardias de la entrada lo miraron con cara de sorpresa pero no le dijeron nada.
Se paseó de un lado a otro pero no encontraba a nadie, no quería perder demasiado tiempo porque tenía que llegar a casa en horario así que volvió a la entrada y le preguntó a los guardias donde podía encontrar al que mandaba ahí. Se miraron y rieron para luego preguntarle para qué buscaba a la presidenta.
- Es que tengo que compartirle un descubrimiento muy importante - dijo con cara de orgullo y mostrando los dientes.
- Bueno, pero ella no está acá y no sabemos cuando va a venir. Si querés decirle algo podés escribirle una carta.
No les dijo nada. Simplemente se dió media vuelta con la cabeza gacha, mirada triste y se fue a su casa. No quería escribir una carta, quería compartir lo que había aprendido, quería que lo escucharan.
Esa noche no comió y se acostó temprano. A la mañana siguiente sacó el diccionario de la mochila, guardó el señalador en el cuaderno de matemáticas y con una goma borró lo que había marcado.
Leyó la palabra una vez mas para no olvidarla.
- Diálogo: (Del latín dialŏgus). Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos.

Puso el diccionario en la biblioteca y se fue a tomar la leche mientras escuchaba en la tele sobre piquetes, tomas de facultades, cortes de rutas, guerras entre países y no sé que otras cosas.

viernes, 4 de junio de 2010

opus innominada

Hoy estaba parada en una esquina esperando la luz verde del semáforo y entonces me dí vuelta y la ví. Estaba apoyada contra la pared, desafiante, como haciéndome burla.
Me acerqué para confrontarla pero al estar frente a ella me intimidó, quizá porque era mas grande de lo que me había parecido.

Crucé la calle casi corriendo y comenzó a seguirme. En cada esquina paré para mirar atrás y ahí estaba. No importaba cuan rápido fuera, cuantas veces intentara dejarla atrás en los sémaforos, la cantidad de gente o bicicletas que esquivara. Cuando me daba vuelta estaba ahí; contra la pared, en un poste y a veces medio escondida entre la sombra de los árboles.
 pocas cuadras de casa me cansé de su insistencia y dándome vuelta la encaré. Pasaban los segundos y las dos estábamos inmóviles. Es que yo no pensaba decirle nada, solo la miraba, con la intriga de saber por qué me seguía con tanto tezón. Ella, tambien inmutable, por momentos parecía confundirse con otras sombras.
Empecé a pensar que quizá podía acostumbrarme a su presencia, a su persecución constante. Que podría hasta gustarme verla en cada esquina o a ciertas horas del día debajo de mis pies. Estaba dispuesta a hacer las paces, pero en ese momento, en que iba a confesarle que ya no podría vivir sin ella, mi sombra, mi queridísima sombra, se fue detrás de aquel hombre de sombrero gris.
Triste y desesperanzada caminé a casa con la firme certeza de que uno ya no puede confiar ni en su propia sombra.