Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos". Hechos 2:44-47
Este fin de semana pensé mucho en la gran familia que Dios me regaló; en la iglesia. Vivimos en lo que se hace llamar sociedad "postmoderna", que se jacta y disfruta del individualismo, la tecnologización de la vida, del poco compromiso social y de la "liberación" de las estructuras políticas y judiciales. En este modo de pensar los procesos cognocitivos y la fe van en desmedro en relación con la elevada popularidad de los medios masivos de comunicación que contribuyen a la idiotización (con el perdón de la expresión) y despersonalización del individuo, asi como también a la abolición de la capacidad reflexiva en cuanto a la fe y la eternidad que nos espera.
Tristemente, ese pensamiento se va infiltrando en las comunidades cristianas, logrando que cada vez mas nos alejemos del verdadero objetivo de edificarnos unos a otros.
Si leemos el pasaje de Hechos 2 se puede ver como vivía la iglesia primitiva. No solo me llama la atención el sentimiento de comunidad en que compartían todo y que estaban unánimes, sino tambien cuando dice que lo hacían "...con alegría y sencillez de corazón". No les resultaba tedioso, no dice: pensaban en las cosas que tenían que hacer en casa, en que tenían que ir a trabajar o en los problemas físicos, familiares y emocionales que los aquejaban, sino; lo hacían CON ALEGRIA. Y a esto suma la sencillez de corazones que buscan hacer la voluntad de Dios.
Puedo escuchar las críticas que dicen: "con ese criterio somos un pequeño pueblo feliz (como citaba una canción muy antigua)". Mi argumento a esas críticas es que sí, somos un pueblo muy feliz, pero como dice el pasaje al final "y el Señor añadía cada día". En este vivir como una familia no desestimamos la importancia de la evangelización. El gozo que nos produce el crecer, pasar tiempo juntos, conocernos, debiera llevarnos a juntos tomar la iniciativa y anhelar que muchos otros puedan formar parte de esto. Debiera surgir de nuestros corazones un sincero apasionamiento por aquellos que se pierden.
Me tiene que importar lo que pasa afuera y adentro. Dios no nos llama al individualismo, de hecho el segundo gran mandamiento es "amarás a tu prójimo como a ti mismo", cristiano o no, agradable o desagradable, bueno o malo.
Pablo le dice a la iglesia de filipenses: "Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás".
Me niego a mi misma, me olvido de los escozores que me producen las luchas cotidianas y me enfoco en lo que le está pasando a mi hermano y en como puedo ser de bendición a su vida.
¿estamos dispuestos a pagar el precio de dejar de lado nuestro yo para buscar el bien de nuestros hermanos?¿Anhelamos tener una iglesia postmoderna o revivir tiempos como los que se relatan en hechos?
" que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo (estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor.
Esto digo, pues, y afirmo juntamente con el Señor: que ya no andéis así como andan también los gentiles, en la vanidad de su mente, entenebrecidos en su entendimiento, excluidos de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón". Efesios 4:14-18
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