domingo, 9 de mayo de 2010

Autolisis

Se sentía egodistónico. El yo con el que habia podido convivir desde hace años se volvía ahora insoportable.
Por años sintió que el mundo se volvía en contra de el, que todo era un complot para volverlo un ser sombrío e infeliz.
Siempre se planteó si sus amigos y familiares lo aceptaban como era, si realmente ese sentimiento era sincero. Dudaba de sus muestras de afecto, de las promesas de confidencialidad; claro que esto, era consecuencia de que muchas veces había sido defraudado por quienes creía eran sus mas "íntimos".
Hace un tiempo esto cambió. Ese descontento con "los otros" se volvió en disconformidad consigo mismo. Se dió cuenta de sus deseos egoístas de ser notado, se abrió a la perspectiva de que quizá él y solo él, era el culpable de como lo miraban los otros.
La tarea introspectiva que había emprendido le mostraba cada vez con mayor profundidad quien era. Sus defectos eran insoportables, le dolían en el cuerpo. Su vida ahora sí que era sombria; pero no por causa de los otros, sino por causa de su propia persona. Mas de una vez pensó en terminar con este sufrimiento que lo agobiaba, que no lo dejaba respirar, pero sus fuerzas eran nulas para llevar a cabo tal acción.
El levantarse a la mañana constituía el peor de los desafios. La preocupación, la culpa de ser causa del sufrimiento de otros lo invadían. Por las tardes podía estar horas frente a la ventana pensando en quién sabe que cosa. El trabajo lo hacía por inercia y porque necesitaba del dinero para poder sobrevivir.
El sin sentido de su vida ya había colmado todas las áreas. No podía disfrutar de un paisaje, de una película; todo era insoportable, oscuro, tremendamente aburrido.
Ahí, sentado en su silla, enfrente de la ventana que daba al mar, una vez más se planteó poner fin a tanto sufrimiento. ¿Cuál sería la mejor forma? ¿Alguien realmente extrañaría su ausencia?. Se colocó el sweter, la bufanda y salió a la calle.
Caminó sin rumbo pero con un objetivo casi firme de consumar el acto suicida.Solo había un puente en la ciudad y no era demasiado alto, las vías del tren no le daban toda la seguridad de victoria, la catedral de la ciudad estaba muy visitada, pastillas no tenía. Recordó el arma que su padre tenía en la casa y entonces en una visita no programada la buscó.
Con el arma en el bolsillo caminó hasta la salida de la ciudad. Ya en el medio del campo nadie se daría cuenta de lo que estaba por suceder.
Tomo firmemente el arma, la colocó en donde se suele ver en las películas que la gente la pone, y cuando estaba ahi, en ese instante entre el disparo y la muerte sintió que el tiempo se detenía.
El arma nunca se disparó, fueron varios los intentos, pero las balas, que por cierto estaban colocadas correctamente, nunca salieron. Probó disparar en otra dirección; sintió la sensación de contragolpe en su mano, y vió como las cortezas de un arbol cercano se desprendían por el aire. Una vez mas, apuntó a la cabeza y la bala no salió.
Una nueva decepción se podía sumar a su vida, ya que ni siquiera podía consumar el acto de suicidio.
Como de la nada apareció un hombre. Le dió vergüenza ser encontrado en semejante situación.
El hombre se acercó y lo abrazó. Al instante sintió en su cuerpo un calor que lo quemaba pero que era sumamente placentero, se dió cuenta que todas esas ideas que parecían tan racionales para él ahora se volvían nada. El hombre lo seguía abrazando.
Nunca había sentido una sensación como esta, nunca había experimentado el recobrar la esperanza de estar vivo, nunca, como ahora, había encontrado sentido a la vida.
Cuando el hombre lo soltó, lo miró con decepción, no creía poder seguir viviendo sin ese calor. El hombre también lo miró, le sonrió y le dijo que él quería dar sentido a su vida, que podía sanar sus heridas, era capáz de amarlo sin decepcionarlo, de ayudarlo a caminar aún cuando por delante todo parezca oscuridad. Tambien le prometió un futuro eterno en un maravilloso lugar lejos del sufrimiento terrenal. Solo una condición, debía creer en él y aceptar su regalo.
Mientras nuestro protagonista se quedo pensando en esas palabras el hombre se empezó a alejar. No era tiempo de titubear, debía tomar una decisión. Entonces gritó: ¿Quién sos?
El hombre se dió vuelta, lo miró, le sonrió nuevamente y le dijo: - Jesús

Desesperado y corriendo hacia el que ahora había dejado de ser un extraño gritó:
-¡Jesús!, esperame que voy con vos

2 comentarios:

Pame dijo...

=)!!!!

I quier you! (diría una amiga mía je)

Malelu Malula dijo...

Genial Dai! re super texto!
Segui escribiendo!

Martin (el de Male) jaja abrazo!